Miró a su alrededor y fracasó en su intento por contener la exclamación de asombro que surgía espontáneamente de sus labios al contemplar lo grandioso del paisaje que la rodeaba.
Se sentía minúscula, pero al mismo tiempo inmensa, orgullosa, en medio de los millones de luces que brillaban por doquier, que se alzaban mágicas hasta donde la vista alcanzaba, casi uniéndose en el cielo nocturno al brillo, más débil, de las estrellas, que allí quedaban relegadas a un triste segundo puesto.
Había realizado un viaje largo, muy largo, hasta aquel lugar y, sin embargo, le parecía más bien que había sido corto.
Aquello no parecía otro país, no parecía parte del mismo mundo que había conocido hasta aquel momento.
No.
Aquello era otro universo, más similar a cualquiera de los que podía encontrar en un libro o una película de ciencia ficción. Era difícil creer que fuera real y, sin embargo, allí estaba.
Suspiró y sonrió, mientras daba la espalda a las majestuosas torres que se erguían a sus espaldas, al bullicioso tráfico que se elevaba en varios niveles por encima de su cabeza, al serpenteante río flanqueado por los más increíbles edificios que pudiera imaginar.
Ahora no le quedaba duda. Por fin estaba en Shanghai.
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Itahisa
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